“La felicidad la encontré en NA”, afirma Guillermo, quien lleva limpio de todo tipo de sustancias desde hace dos años y ocho días. Porque en recuperación cada minuto que un adicto no consume es un festejo, y por eso se lleva la cuenta día tras día.

Guillermo es miembro de la confraternidad. Cuenta que en su camino de recuperación pudo descubrir la felicidad y encontrarse que lo que él creía que era la felicidad durante sus años de consumo era una concepción equivocada.

El camino hacia el bienestar espiritual es posible, pero es un camino lento y no se avanza por arte de magia, sino que requiere de voluntad y esfuerzo. Nos pide aceptar la condición de que las sustancias ganaban la pulseada en nuestras vidas y la volvían ingobernable.

La aceptación y la rendición ante todo aquello lo que nos hace daño a nosotros mismos y a las personas que nos rodean, son unos de los primeros síntomas de que deseamos cambiar y alcanzar la felicidad plena.

“La felicidad la encontré rindiéndome primero. Narcóticos Anónimos me enseñan cada día a practicar la búsqueda de un poder superior, de algo más poderoso que nosotros, para así poder alcanzar la felicidad”.

Para él, como para muchas otras personas que están en el camino de la recuperación, la felicidad es algo posible. Asistiendo a las reuniones y apoyándose en otras personas que atravesaron por similares situaciones de dolor y pérdida, paso a paso se puede transformar en una manera de vivir muy diferente a la que se llevaba antes de conocer el programa libre anónimo y gratuito en donde se reúnen regularmente personas que tienen problemas con drogas y buscan ayuda en el refugio de la recuperación.

Cuando se le pregunta a Guillermo qué es la felicidad, responde sin dudarlo:

“Para mí la felicidad es eso, un trabajo diario para alimentarla con fe y esperanza. Pude encontrarla asistiendo a las reuniones, confiando en los compañeros y eso es algo que me hace sentir alegre: el ser parte de un lugar que me salvó la vida”.

Cuando Guillermo estaba en consumo no tenía idea de lo que era la felicidad. “En realidad, cuando consumía, pensaba que era eso la felicidad, pero era una sensación de felicidad falsa. No existía la felicidad en mi vida. Hoy puedo decir y sentir que existe y es real. Que está presente y que forma parte de la forma de vida que llevo ahora”.

Como muchos que han conocido el programa de Narcóticos Anónimos, Guillermo pudo descubrir qué es la felicidad y cómo disfrutarla, cómo vivir libre de todo tipo de drogas.

En Rosario hay grupos todos los días en distintos lugares de la ciudad para quienes creen tener problemas con drogas. Es libre, ya que nadie es obligado a asistir a una reunión. Es gratuito y confidencial. Como en muchas partes del mundo,  desde 1953 el programa ha dado resultado a miles de personas.

En Rosario funciona desde finales de la década del 80 cuando solamente había un grupo y pocos asistentes. Actualmente, hay cerca de 15 grupos presenciales y virtuales para que toda persona que crea tener problemas con drogas pueda cambiar su forma de vida, perder el deseo de consumir y alcanzar la felicidad a través de una nueva forma de vida.

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